Un dato que me ha sorprendido:
En al año 2008, en España, murieron más personas por suicido que por accidente de tráfico. Concretamente, se quitaron la vida 3.421 personas, y en la carretera fallecieron 3.021.
Una pregunta:
¿Cuánta gente estuvo a punto de morir con el coche para que, al final, sólo 3.021 no volvieran a casa?, ¿Cuántos sustos hubo en la carretera, cuantos volantazos, cuántas copas de más, cuántas imprudencias, cuántas locuras, cuántas insensateces? ¿Cuántos accidentes mortales estuvieron a un instante de ocurrir?
Y otra:
¿A cuanta gente la faltó tan solo un puntito de valor para quitarse la vida?, ¿Cuántas personas se quedaron a una sola lágrima de sobrepasar el umbral del dolor, de la angustia, de la desesperación?, ¿Cuántos hombres y mujeres abrumados de tristeza y soledad podrían haberse sumado en la cuenta de suicidios?
Y digo yo:
Para obtener el mismo y pobre resultado, ¿no están descompensados los esfuerzos?
No hay guardias civiles controlando si se circula triste, no hay radares que detecten la soledad, nadie pide los papeles de la alegría, no hay límite de velocidad para el dolor, no se multa por exceso de tristeza, ni se le quitan puntos a la amargura, no se aseguran a todo riesgo los sentimientos, ni las penas del corazón a terceros.
Los 3.421 insensatos no se cargan a ninguna Dirección General, no generan ningún presupuesto, no alteran ninguna estadística. No se prevén para ningún mes del verano, ni para ningún puente. No va la televisión a verlos, ni se les controla desde un centro de pantallas. Nadie les espera a la vuelta, ni les pide que no corran, por favor.
Los 3.421 infelices no se contabilizan en ninguna operación salida, ni en ninguna operación retorno.
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