(Todo el que me conoce sabe lo que pienso de la monarquía. Me supera, no lo puedo remediar. Quiero que desaparezca. Que se extinga).
En época visigoda los reyes eran elegidos por votación. Puede parecer sensato, pero cuando observaron que ser candidato a rey iba íntimamente ligado a que te rebanaran el pescuezo, todos los interesados acordaron que la monarquía fuera hereditaria. Así se acotaba la práctica a restringir las matanzas en una sola familia. Y desde ese día feliz, la esperanza de vida de la nobleza aumento considerablemente.
Buscando estabilidad política, intercambiando hijas y sobrinas, las diferentes monarquías europeas sellaban pactos y rubricaban guerras. Se trataba de dejar claro quién se follaba a quién, y en qué momento. Exactamente igual que ahora. Podemos decir que fueron los primeros ensayos del actual mercado común europeo.
Desde entonces hasta ahora los vaivenes de la historia los han llevado y los han traído. Pero el caso es que los reyes siguen aquí. Perfectamente adaptados al medio ambiente. No les afecta el cambio climático, ni los transgénicos, ni el Estatut.
Han sobrevivido a glaciaciones, revoluciones, religiones, dictaduras, exilios… Han superado la demencia, la peste, la consanguinidad… Parece que nada, nunca, pueda acabar con ellos.
¿Qué podemos hacer? ¡Son indestructibles!
Acaso la erosión sea la única manera de derribarlos. Así como el viento y el agua diluyen partícula a partícula la montaña más tremenda y dura, hasta convertirla en humo y polvo… Acaso tengamos que ser pacientes y esperar que toda esta pandilla se desintegre lentamente… Acaso el proceso ya ha empezado…
Se casan con cualquiera, se enamoran, se encaprichan, se divorcian, simulan trabajar, hacen deporte, llenan portadas, son graciosos, campechanos, altos, simpáticos, saben estar y vestirse para la ocasión, inauguran ferias, apadrinan burros, hacen topless, se hurgan la nariz, nos enseñan las bragas, van a fiestas, a comuniones, a bautizos, a funerales de estado, a tomas de posesión, a sesiones de investidura, le besan la mano al papa, felicitan al ganador del Tour, saludan a la multitud, manejan veleros, reciben a cantantes, a embajadores, a criminales de guerra, hablan idiomas, no tosen, ni sudan, ni pierden nunca la compostura, pilotan helicópteros, veranean en Mallorca, tienen hijos, montan a caballo, siguen el protocolo, incluso se saltan el protocolo, entregan premios, ponen medallas, son sencillos, elegantes, discretos, piadosos, celebran la Pascua Militar, hacen el camino de Santiago, felicitan la Navidad, se hacen fotos de familia, se retratan vestidos de militares, asisten a la final del Roland Garros, a los desfiles del día de la Hispanidad, a los conciertos de Brandemburgo, tienen todavía más hijos, nunca dejan de tener hijos, ni sus hijos, ni los hijos de sus hijos tampoco, ponen la primera piedra, firman en el libro de visitas, despachan con el Dalai Lama, cenan de gala, reciben al presidente, y a su mujer, se hacen reconocimientos médicos, dan a luz en la clínica Ruber, declaran la apertura del año judicial, dan las gracias, dan ánimos, dan las condolencias, dan la mano, y dan la mano, y vuelven a dar la mano otra vez, viajan al lugar del terremoto, escuchan a las autoridades locales, y a las eclesiásticas, y aplauden a la banda municipal, y van a misa, y consuelan a las víctimas, y a los vecinos de las víctimas, y al alcalde del pueblo de las víctimas y de los vecinos, y al presidente de la comunidad autónoma también, y al líder de la oposición, y a su mujer, esquían, navegan, andan en moto, se tiran en paracaídas, se bañan desnudos en alta mar, van a los toros, a las Olimpiadas, a la ceremonia de clausura del año jubilar compostelano, siguen a la selección de futbol, y a la de balonmano, y a la de waterpolo, apoyan a la federación de remo, y a la de petanca, y a la de windsurf, se congelan el presupuesto, y el esperma, y el extremo de la punta del cordón umbilical, tienen pagina web, y gabinete, y secretario, y logotipo, y avión privado, y coche oficial, y guardia personal, y palacio de la Zarzuela, y salen en los billetes, y en las monedas, y en ediciones especiales, y en ediciones limitadas, y en ediciones retrospectivas, y en el ABC, y en la tele, salen en todas las teles, leyendo discursos, viajando por el extranjero, recibiendo el título de Doctor Honoris Causa, subiendo al avión, bajando del avión, y últimamente… entrando y saliendo del hospital.
No se puede hacer todo eso sin desgaste…