Algunos viajeros franceses y portugueses constataron que en la España de los siglos XVI y XVII eran numerosos los maridos consentidores, a pesar de que suponía un grave delito y eran sometidos a la vergüenza pública: al marido se le montaba en un asno y era paseado por las calles, desnudo y adornada la cabeza con dos cuernos y sonajas; detrás iba la mujer, montada en otro asno y obligada a ir azotando a su marido; tras ellos, el verdugo iba azotando a la mujer. Para evitar que al marido se le recriminase de consentido podía solicitar que la autoridad le girara un documento llamado carta de perdón de cuernos.
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