lunes, 11 de octubre de 2010

Sobre Benedicto XVI, y todo el tinglao, y tal…

Veo a Benedicto mayor, lento y torpe.

Esto no es una crítica justa, desde luego, el hombre tiene un aspecto acorde con su edad.

En mi trabajo no pasaría el reconocimiento médico de la mutua. El que nos hacen todos los años en el gremio al que pertenezco. Y eso que es un coladero de alcohólicos, obesos, reumáticos, fumadores y toda clase de individuos carentes de formación.

En su caso, obviamente prima la capacidad mental que, sin lugar a dudas, es incuestionable. Por lo menos para todos los miembros de su club.

En cualquier otro organismo, empresa o colectivo, que no fuera la Iglesia Católica o la Monarquía Hereditaria, se habrían inventado un cargo, sin atribuciones ni despacho, que permitiera al interfecto salir de figurante en ceremonias y conmemoraciones varias, sin la molesta consideración de tener que soportarle.

No sé, Papa Honorífico, Célibe Doctor Honoris Causa, o Presidente de Honor de la Cofradía de Antiguos Confesores de la Santa Sede.

Pero éste es un caso muy especial.

Hablamos de la cabeza visible de la Iglesia de Cristo, el legítimo heredero del Jesús de Galilea, el hijo de Dios, el primo de Zumosol elevado a la enésima potencia. Un personaje con unas credenciales más impresionantes aún que las de los faraones egipcios, que se autoproclamaban divinos.
El Papa no llega a identificarse con Dios,  no se atreve a tanto. Pero Dios debe de supeditar el reconocernos, sobre todo a algunos, al exclusivo monopolio de su intermediación. Ahí es nada.


Con todo, el éxito de su Iglesia también es incuestionable.


Llena estadios de futbol con más público que la mismísima Madonna, y con un repertorio que no ha actualizado desde hace 2.000 años. Y sigue sacando discos…


Apenas acaba de reconocer que la Tierra es redonda, y que, impepinablemente gira, con todos nosotros dentro, alrededor del Sol. (Hace sólo 27 años que se ha anulado el juicio contra Galileo).

Todavía tiene en la agenda pedir disculpas por toda la retahíla de torturas, muertes, persecuciones y guerras que su empresa ha auspiciado, promovido y justificado hasta hace apenas medio siglo.
A toda la gente que muere y contagia el SIDA tiene la desfachatez de decirles que la solución es no follar. Con esa lógica apabullante es triste que la medicina no haya logrado todavía erradicar la gripe, pero es que no se trata de una enfermedad de transmisión sexual.


Nunca se podrá medir hasta qué punto se ha estrangulado a la razón, se ha negado la evidencia y se ha construido la gigantesca mentira de considerar al ser humano marcado por una culpa absurda, condenado a no ser feliz jamás en esta vida, resignado a sufrir  y a penar, a esperar a la muerte como a la única redención posible, colgado de esa cosa pesada llamada “pecado”, que ha sido el invento más aterrador jamás ideado por el hombre para someter al hombre.

Tomando como referencia un libro llamado Biblia, construido con retales y fantasías recopilados a lo largo de la historia, sin más orden ni concierto que una enfermiza psicopatía consistente en colocar en las manos de Dios todo aquello que no alcanzamos a comprender. Pasando por encima de la vida misma, y del respeto, y de la libertad… Hasta construir una verdad a la altura de todas nuestras miserias.

Especulando con los hechos y las palabras de un personaje del siglo I llamado Jesús, y haciéndolo con el mismo rigor histórico que se le podría exigir a un cómic. Montando un tenderete de tal magnitud alrededor de éste superhéroe de la Galilea ocupada, que solo se han dado dos casos más de similar calibre en toda la historia de la humanidad: Buda y Mahoma.




En fin, predicando con todo menos con el ejemplo.
Dando pan con hostias.
Atrincherados en el Medievo.
Ordenados y jerarquizados como en un régimen estalinista.
Esclavos del escándalo y patrocinadores de la salvación.
Temerosos del sexo y de la ira de Dios.
Empeñados en una misericordia aborrecible, hipócrita y falsa.
Demonizando a diestro y siniestro con un afán enfermizo.
Voceros de un Dios Padre que, si existiera, y por salud mental, no nos reconocería.





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